• El término colegio significa etimológicamente asociación de colegas (de alguna rama de la acción humana) para realizar una tarea conjunta. Derivó también hacia su uso como sinónimo de escuela, a su vez desde el punto de vista etimológico el lugar del ocio, del tiempo libre. La escuela es adonde los niños y adolescentes van a disfrutar y encontrarse y -de paso- aprender de los adultos. También hay maestros en diferentes ámbitos de la acción humana, pero cuando se usa esta palabra sin aclaración todos entendemos que se trata de lo que originalmente era: el pedagogo, palabra que proviene de paidos, niño, y go, ir; el acompañante de los niños, en este caso acompañante en su disfrute y desarrollo.
• He definido la Pedagogía como la estructura de pensamiento y acción destinada a generar relaciones humanas cuyo objetivo explícito es la transmisión de códigos. De esta teorización deriva una práctica, la Educación, a veces ésta considerada sin embargo en ciertos países como sinónimo de pedagogía o como sinónimo de educación inicial. A mi juicio, la educación es la producción constante de esa teorización, la búsqueda concreta de dos objetivos: la estimulación del desarrollo y la enseñanza.
• De ello se deduce de inmediato que la sola enseñanza convierte a la educación en mero traspaso de información y a la escuela en un informadero. Es la estimulación del desarrollo lo que importa más que nada. Y para que ella tenga lugar se debe entrar en relación humana, una resonancia emocional, la relación pedagógica. Sólo así quien transmite los códigos, el maestro que presenta a los niños la cultura, se hace relevante.
• A fin de alcanzar esa relación el educador debe conocer la situación previa de su educando. Específicamente, en qué etapa del desarrollo se encuentra. Hace prácticamente cien años se conoce que la visión del mundo no es la misma en el jardín maternal (etapa sensomotora), el jardín de infantes o escuela inicial (preoperatorio), la escuela primaria (operatorio concreto), la escuela secundaria (operatorio abstracto). Tal como conoce los límites físicos de su alumno, el maestro debe saber en detalle qué posibilidades emocionales y cognitivas permite la edad de sus educandos. Lo contrario es administrar información hueca, que no encontrará terreno fértil para anidar. Ejemplo: es un sinsentido enseñar a un niño de 8 años los ríos de otro continente si ni siquiera conoce aún las calles de su barrio.
• Ya en la época prepandémica, previa a la inundación de la humanidad con Sars-Cov-2, la escuela arrastraba dificultades: los problemas sociales y culturales circundantes, la formación de los docentes, la importancia adjudicada a la educación por los políticos... La forma de compensar dichos conflictos era -y es- considerar a la escuela también un colegio, una asamblea de colegas que mantienen una relación emocional y cognitiva entre sí para actuar en conjunto. Así por ejemplo, las pedagogías Montessori y Waldorf elevaron esta comunidad de objetivos y acciones, incluso, a la obligación de reunirse los docentes todas las semanas para intercambiar impresiones y aunar objetivos.
• Entre estas metas se encuentra la homogeneización de las Didácticas hasta donde permita la individualidad de cada educador. Las Didácticas son los recursos metodológicos, modalidades de interacción, experiencias motivadoras, las herramientas a través de las cuales producir desarrollo personal y entrega de instrumentos para la vida. Dentro del educar, el enseñar.
• Obviamente, entre la enorme mezcla de recursos que constantemente se emplean, el mejor recurso didáctico es el maestro mismo: su voz, su mirada, su gesto, su actitud corporal, su humor, su disposición.
• En pandemia, un actor didáctico que iba ingresando lentamente a la escuela, la pantalla, pasó a un rol protagónico. Tomó a las instituciones educativas y a los educadores por sorpresa, sin formación previa suficiente. El educador quedó sin Didácticas suficientes, obligado a utilizar sólo un recurso: la pantalla.
• Sectores económicos y políticos, sin conocimiento alguno de Psicología del desarrollo, Pedagogía, Educación o Didáctica, confunden educación con administración de contenidos, escuela con informadero. La presión totalmente injustificada desde el punto de vista epidemiológico sobre la presencialidad escolar obliga a la escuela a abandonar su misión y a los docentes a utilizar como Didáctica un solo elemento, la pantalla, y a las familias a practicar una especie de home-schooling salvaje, padres y madres asesorando al niño para que se adapte a imaginar que está en clase.
• Pasamos de la lectura al visionado, de la escritura al whatsappeo, de la expresión emocional a los emoticones.
• El resultado es el esperable, magro y descorazonador. De parte de los maestros, el desconcierto que produce la ausencia corporal, viva, de sus alumnos, de cuerpo entero, interactuando con todas sus dimensiones, lo corporal, lo emocional, lo cognitivo; la reinvención de todos los recursos para adaptarlos a uno solo, la pantalla, poco y mal conocido; la imposibilidad de controlar la motivación, y por tanto la conducta final de cada alumno; la decepción por la falta de respuestas de los educandos, a veces incluso su ausencia reiterada; la falta de formación al respecto; la elevación de la ansiedad... De parte de la familia, la sobrecarga con un asunto, la relación escuela-alumno, poco y mal entendido; la modificación de los tiempos familiares; el reacomodamiento de los espacios; la puesta a disposición de dispositivos para cada hijo; la elevación de la ansiedad...
• De parte de los educandos (iniciales, primarios, adolescentes), la frustración de no poder estar con sus pares, perderse los recreos y los juegos, no poder saludar (¡abrazar!) también a sus maestros, no volver a los ambientes conocidos y habituales, no poder trabajar en grupo codo a codo, no poder hacer travesuras y reír, la elevación de la ansiedad...
• Por cierto, maestros, familias y educandos previamente problematizados respiran aliviados: ya no hay que concurrir ni estudiar ni preparar demasiado las clases. Este ejemplo, de propagarse, sería nefasto para cualquier país.
• Apostar todo a un solo recurso, las pantallas, es además pedir mucho de la población. Hay familias que tienen poco acceso a dispositivos, o a buena señal, o siquiera a dinero para pagarla. Hay padres que no pueden dejar de trabajar, con lo que los niños permanecen muchas veces solos frente a sus pantallas.
• Por otra parte, las pantallas de todo tipo tienen sus “efectos colaterales”. Cansancio ocular, ojo seco, cefaleas, contracturas, sedentarismo y obesidad, cansancio corporal y mental, menor actividad corporal o hiperactividad, descontrol de rutinas diarias, problemas de sueño, aburrimiento, trastornos de conducta y agresividad, abandono del interés por la escolaridad, depresión, pérdida de experiencias y aprendizajes sensitivos y motores, poca capacidad de frustración, interés sólo de corto plazo, incapacidad para leer un texto prolongado, incremento del bullying, disminución de la privacidad frente a los padres, menores habilidades sociales, dependencia digital, pobre desarrollo del lenguaje, baja creatividad, mayor aceptación de ideas en forma acrítica...
• Por otro lado, en mi Pedagogía Contextual resalto que el alumno es un representante de su familia ante la escuela. La escuela debe interactuar siempre con los padres, y la escolarización no presencial aleja asimismo la posibilidad de encuentros de todos los padres de un grupo entre sí y con sus docentes. Se reduce así la oportunidad de debatir principios, valores y objetivos de la educación, en general y en cada centro educativo.
• Todo esto, cuando la abrumadora evidencia asegura que la virosis no tiene por qué transformarse en miedosis, ya que la escuela es durante la pandemia uno de los lugares más seguros.
• Al salir de la Modernidad y ya en plena Digitalidad, el eje del sentido de la vida parece acercarse cada vez más al rendimiento robótico, caracterizado por la precisión, la exactitud y la falta de emocionalidad. La confianza de unos seres humanos hacia otros parece diluirse, reemplazada por el temor interhumano, con notorias consecuencias para la cultura y la vida en sociedad.
• Es la escuela la que debe velar por mantener humanos a los humanos, con sus emociones, sus sueños y sus deseos, su capacidad de apasionarse y de errar. La escuela, lugar de encuentro para desplegar el disfrute, el descubrimiento y el pensamiento propio.