Internacionalmente, las violencias -comenzando por las psicológicas- suelen clasificarse como maltrato (el castigo, el abuso), acoso (el hostigamiento, por ejemplo el bullying) y negligencia (el desamparo, la desatención).
Considero que debe agregarse a esta clasificación la sobreprotección.
La protección consiste tanto en prevenir o impedir un riesgo o daño como en ayudar a generar / mantener la adaptación.
Así, la protección de la cría es un rasgo típico de muchísimas especies, entre ellas la humana.
Nos protegemos como grupo y como familia, y protegemos a nuestros hijos.
La protección, sin embargo, puede desviarse a dos patologías: la desprotección, que estaría incluida en la negligencia, y la sobreprotección.
Los padres “suficientemente buenos” son aquellos que, percibiendo las progresivas habilidades de su hijo, las respetan y paulatinamente se retiran para que éste las ejerza.
En cambio, aquellos padres y madres que a su vez han sido protegidos en demasía o, al revés, han sido criados en un ambiente de desprotección o rigidez educativa que los obligó a madurar prematuramente para “arreglarse solos” protegen por demás a sus hijos creyendo que hacen un bien.
La sobreprotección tiene a veces por causa la extrema necesidad de padres y madres de no quedar mal ante la sociedad, buscando por su propio temor salvar a su hijo de todo error (que podría finalmente achacarse a ellos).
En ocasiones, ante terceros que osan criticar alguna conducta del hijo la sobreprotección es incluso airada y violenta.
Otras veces, adquiere la forma de aislamiento familiar, ocultando así los errores (pero también los logros) de sus hijos ante la sociedad.
LA SOBREPROTECCIÓN:
No permite la autosatisfacción de las propias necesidades, tanto sean éstas primordiales y/o secundarias
Impide el aprendizaje por ensayo / error
Imposibilita el desarrollo de habilidades
Produce inseguridad y temor
Produce dependencia
Daña la autoestima
Conduce a la autovictimización.
Por lo tanto:
Permita con tranquilidad que su hijo ensaye mucho, y que se equivoque
Aliente la curiosidad
Aplauda los logros reales alcanzados
Ponga límites, pero no conduzca (dejame a mí, vos no sabés)
No lo confunda con demasiadas explicaciones ni lo proteja de los sanos límites de terceros (los docentes, otros parientes...)
No lo mantenga en una edad de desarrollo superada.